Nos situamos ante el paraje de Caño de Hierro. Observamos las Casas Colgantes y la existencia de numerosas cuevas y abrigo excavados en la roca caliza, tanto por agentes naturales como antrópicos. El topónimo de Hornachuelos tiene su origen en el vocablo árabe Furnuyûlush, “ciudad de los hoyos”, mencionado en los Itinerarios del geógrafo Al-Idrisi (s. XII). Muchas de estas cavidades han servido de refugio para personas y animales, posiblemente desde la Prehistoria, aunque aún no han aparecido vestigios materiales que confirmen esta hipótesis.
Se tiene constancia oral y gráfica de la ocupación de algunas de estas cuevas durante la primera mitad del s. XX, adaptadas como pequeñas casas de una sola habitación, con muro de cierre delantero y un voladizo de tejas a modo de tejado. En estas casas-cuevas vivían personas de extracción humilde con escasos recursos económicos. Las cavidades más pequeñas eran utilizadas para la cría de animales domésticos, mayoritariamente cerdos. Las cuevas fueron retalladas ex profeso y cerradas con cercados para su uso como cochineras, cuyos restos podemos observar en la subida del Camino de San Abundio hacia el actual Sendero de la Erillas y a lo largo de las paredes del barranco.
La tradición oral hace referencia a la cría de un cochino por familia y cueva. Asimismo, existía una norma no escrita por la que era respetada la propiedad de los animales, imprescindible para garantizar la economía de subsistencia de cada unidad familiar.